Más del 80% de los jóvenes españoles conoce actos de violencia en parejas de su edad, según una investigación del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Las relaciones interpersonales giran sobre mecanismos de control y posesión que dan lugar a comportamientos potencialmente agresivos, concluye el estudio. Revisar el móvil, imponer amistades, insistir en mantener relaciones sexuales e incluso insultar o agredir aparecen como situaciones intimidatorias más habituales
Juan Miguel Baquero
La brecha de género aumenta en las aulas, aunque el Gobierno asegura que la corregirá con un examen
Los adolescentes españoles reproducen estereotipos machistas como revisar el móvil de la pareja, imponer amistades, insistir en mantener relaciones sexuales… en casos extremos insultan o agreden. Es la cruda herencia del patriarcado. Más del 80% de los jóvenes de 14 a 19 años conoce actos violentos en parejas de su edad, según un estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.
La investigación ¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia gira en torno a qué significa ‘ser chico’ y ‘ser chica’. Cómo ponen en juego sus expectativas, roles y referentes colectivos. De qué modo se perciben a sí mismos.
Y el desenlace es que persiste la inequidad de género. Ser chico, creen, es sinónimo de dinamismo, independencia y posesividad. Una chica será sensible, presumida y responsable. Ellos son decididos, mejores en deporte y tecnología. Ellas, empáticas y reflexivas. Una rémora social que tiene vertiente combativa en la cuarta parte que, con un toque feminista, más rechazan las conductas tradicionales.
Las relaciones interpersonales, sometidas así a mecanismos de posesividad y control, dan lugar a comportamientos potencialmente agresivos por ambas partes. Aunque más frecuentes, y más graves, por parte del varón, concluye a través de una encuesta a 2.154 jóvenes escolarizados el centro creado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), en un trabajo que ha sido presentado en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla).
Convencidos «de que son diferentes»
Los participantes en el sondeo identifican hasta cinco actos por persona de violencia ejercida por chicos y una media de 3,7 por chicas. Solo un 12% dice no conocer situaciones de abuso ejercido por chicos y, un 16,5%, por chicas. Datos que muestran la frecuencia de actitudes intimidatorias contra la pareja.
Las adolescentes aparecen como protagonistas de actos como revisar el móvil, impedir ver a sus amigos o saber dónde está. Entre los jóvenes varones es más habitual la intimidación, el control personal y emocional, la violencia física y verbal o la violación de la intimidad.
En todos los casos contribuye el uso de las nuevas tecnologías, que han modificado las relaciones y la capacidad de vigilancia. Y la aceptación generalizada de tópicos que definen hipotéticas diferencias: mayoritariamente las chicas son definidas como sensibles y tiernas (por un 56% de los jóvenes), preocupadas por la imagen (46%) o responsables y prudentes (36%). Los chicos, dinámicos y activos (66%), independientes (36%) o posesivos y celosos (31%).
«Están convencidos de que son diferentes, que las chicas son más sensibles y los chicos más dominantes», resume el director técnico del Centro Reina Sofía, Eusebio Megías. Pero no parten de un punto de inequidad: «somos iguales pero no haces ciertas cosas porque no quieres», piensan. La atribución de cualidades a los diferentes sexos influye de manera determinante en el establecimiento de estereotipos.
Cuando el «amor romántico» lleva a la posesión
Los jóvenes «identifican» las desigualdades, la herencia del patriarcado en materia laboral, familiar, política… Pero la perciben «de otra generación», cómo si el feminismo y el machismo fueran parte de la historia, un problema de sus padres. «Queda mucho trabajo por hacer», precisa la coordinadora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Anna Sanmartín. «Persisten exigencias de control y posesión» influidas «por la educación recibida y, también, por la herencia generacional».
El estudio constata avances estructurales, caso de relaciones de pareja que cada vez tienden a ser más igualitarias. Cala el mensaje, pero lento. Los adolescentes españoles siguen manteniendo roles y convicciones que perpetúan la desigualdad, generalmente a costa de las chicas y mantenida, a menudo, por ambos sexos.
En ese punto suele actuar como rémora el ideal del «amor romántico», traducido finalmente como símbolo de fidelidad y posesividad que desemboca «en sentimientos de celos que se viven con normalidad». El machismo, señala Sanmartín, «está ahí, existe en la sociedad imperante, lo hemos mamado».
Por esto el objetivo del estudio quedó centrado en «ver cómo se formaliza la identidad de género en esa época tan importante de la vida». Por qué motivos ellas deben ser más empáticas, capaces de comprender, de dar cariño y de reflexionar. Y ellos más decididos, mejores para el deporte y más hábiles con la tecnología. En qué razones se sustenta la persistencia de la desigualdad de género.
«Nos quedamos como ciegas»
Durante el estudio, los comentarios machistas surgieron «con normalidad». Definiciones que implicaban las expectativas y roles que chicas y chicos asumen en el día a día. «Las chicas viven los sentimientos de manera pasional, sin embargo los chicos somos más fríos, más tranquilos. Las mujeres son más complicadas», por ejemplo.
Una chica: «Cuando alguien se pasa con nosotras en la discoteca, los chicos nos protegen. Eso es bueno, quiere decir que nos tienen en cuenta y que no nos consideran solo un trozo de carne». Un chico: «Creo que la mujer está más capacitada para resolver problemas cotidianos… eso me hace pensar que su inteligencia emocional es mayor que las de los hombres».
«¿Somos débiles o nos lo hacen ver? Si nos preparan así desde el principio, ¿Qué esperan de nosotras? ¿Qué seamos sumisas y no podamos hacer lo que ellos hacen?», reivindica una joven. «Nos quedamos como ciegas… nos damos cuenta de que hacemos lo que ellos quieren demasiado tarde», concluye una adolescente.