Este articulo nos habla de que como los estereotipos respecto a los hombres y las mujeres se siguen manteniendo.
Él es un semental, ella una zorra, ¿por qué perpetuamos estereotipos?
Marian Benito
30-01-17
El zorro, además de nocturno, es un animal muy astuto. Zorra, sin embargo, se aplica a la mujer fácil sexualmente y promiscua. Cuando es el hombre el que muestra alegría en lo tocante a sus costumbres sexuales se le llama «machote». Pero si escuchamos machota nos viene a la cabeza la imagen de una mujer con aspecto viril y vestimenta masculina. De nuevo, el tópico despectivo se lo llevan ellas, mientras que a ellos se les mide su valía según su frecuencia sexual. La escritora y columnista Jessica Valenti lo resume con uno de sus títulos: «Él es un semental, ella una zorra».
Nuestro lenguaje cotidiano está lleno de sexismo inconsciente que perpetúa la discriminación y las relaciones de desigualdad. Las anteriores son solo algunas de las expresiones que escuchan continuamente nuestros hijos justo en la época en que, según la psicóloga y sexóloga Georgina Burgos, su sexualidad brota fuerte y debe formarse su personalidad erótica construyendo relaciones, deseos y respetos.
¿No deberíamos revisar los mensajes que transmitimos a los adolescentes? La sexóloga considera que el cambio debería empezar por las actitudes. «El lenguaje es una expresión del pensamiento. Por eso el cambio interior debería ir por delante de nuestras formas de hablar».
El estudio ‘Jóvenes por la Igualdad’, elaborado por el Gobierno de Canarias, califica de micromachismos esos gestos y mensajes con los que educamos a los adolescentes, permitiendo que al hombre se le evalúe por el sexo que tiene y a la mujer por el sexo que no tiene dejándola, en muchas ocasiones, en clara desventaja. «Muchas veces son ideas soterradas que han echado raíz en forma de hábitos, comportamientos o frases hechas, pero forman un buen caldo de cultivo para muchas formas de violencia de género o de intentos de doblegar a la mujer». Burgos alerta sobre las consecuencias negativas de nuestro sexismo cotidiano en las futuras relaciones de pareja de los adolescentes y en el modo de vivir su sexualidad.
Conviene, por ello, repasar y reconsiderar algunas de estas señales:
- Las adolescentes y jóvenes reciben mensajes contradictorios. «Por una parte, se ensalza la belleza femenina, el cuidado de su figura y de su atractivo o su capacidad de seducir, pero luego se la juzga en función de cómo use su cuerpo. Se la educa en valores y sin embargo el modo de juzgar su moralidad tiene poco que ver con esos valores como integridad ética, equilibrio emocional, bondad, etc.
- Usamos expresiones que denotan privilegios en función del sexo. ¿Cuántas veces hemos escuchado «Las damas primero»? «Nuestras buenas costumbres no deberían tener sexo», advierte Burgos. Los hombres no deberían cubrir su actitud protectora con una falsa caballerosidad. ¿O por qué algunos sitios son gratis para las chicas? En uno de sus ensayos, la filósofa Mariam Martínez-Bascuñán, lo interpreta así: «Es el reconocimiento puro de que se asume que la mujer es un objeto decorativo y además se la considera un privilegio. Es una expresión más de la desigualdad de género».
- En determinados contextos, las niñas siguen creciendo con la idea del príncipe azul, ese hombre especial que le hará sentirse segura y querida. «Este concepto de la dependencia para forjar su autoestima lleva a tolerar actitudes perjudiciales y le impedirá ver qué puede estar pasando», matiza Georgina. El informe ‘Jóvenes por la Igualdad’ insiste en la necesidad de una educación sexual en la que las jóvenes aprendan a reconocer los sentimientos de amor y a emprender relaciones igualitarias.
- En lugar de seguir esta advertencia, la realidad muestra que a menudo arrojamos con las palabras todos los mitos del amor imperantes en nuestra cultura. «El enamoramiento, la relación de pareja o el matrimonio siguen siendo el eje en torno al cual gira de modo completo o casi completo la vida de muchas mujeres. Hasta el punto de que sin él la vida carece de sentido», dice el informe. Y pone como ejemplo la literatura dirigida a mujeres y el cine, con historias en las que la otra persona se convierte en lo fundamental de la existencia femenina. La mujer protagoniza experiencias muy intensas de felicidad o de sufrimiento. Para el hombre, sin embargo, lo prioritario son sus logros sociales o profesionales.
- Todo en nombre del amor. El estereotipo de mujer que perdona y justifica todo en nombre del amor se repite de unas generaciones a otras. Georgina Burgos nos recuerda que, en las encuestas, las adolescentes siguen admitiendo los celos porque son una muestra de cariño. «Con ellos se disculpa un comportamiento egoísta, inaceptable, dominante y a veces hasta violento. Son modelos de conducta irracionales y absurdos que generan desengaños, frustraciones y fracaso”
Fuente: Marian Benito, El Mundo, revisado del 05-02-16